¿Habéis intentado alguna vez redecorar un baño con un motivo temático? Yo sí, y no os lo aconsejo. Para empezar el aseo acaba pareciendo otra cosa y normalmente queda recargado y demasiado extravagante. El problema es que cuando tienes la idea por primera vez parece algo espectacular y hasta que no lo ves acabado no te das cuenta de que la cosa no va a salir bien.
Todo esto empezó cuando hace un par de meses llegó mi padre a casa diciendo que tenía una sorpresa por nuestro aniversario de boda. No teníamos ni idea de qué podría tratarse pero cuando la vimos casi nos caímos de culo. De siempre, mi marido y yo, habíamos soñado con recorrer el mundo en caravana pero la economía jamás había acompañado esa ilusión… hasta ahora. Mi padre nos regaló una caravana de segunda mano, un poco cochambrosa eso sí, pero seguía siendo una caravana.
Llevo años acudiendo al Recinto Ferial, a la feria “Caravanning”, aunque sólo para curiosear, y llevo años diciéndole a uno de los empresarios que siempre monta en la feria, Caravanas-Cruz, que algún año volvería y le daría una sorpresa comprándome la mejor caravana que tuviera expuesta. Obviamente aquel cacharro que nos había traído mi padre no tenía nada que ver con las maravillas expuestas en “Caravanning”, pero tenía cuatro ruedas y lo justo e indispensable para poder viajar en ella, así que nosotros estábamos contentos.
Por lo visto, un amigo del trabajo de mi padre, le comentó que iba a vender su caravana para comprarse otra en su cercana jubilación y mi padre vio ahí un negocio estupendo así que se la compró, a pesar de que debe tener unos 30 años, más o menos.
La rehabilitación
Lo primero era mandarla a un taller especializado para que le hicieran una buena revisión de ruedas, engranajes y demás sistemas de seguridad. Lo segundo fue intentar adecentarla un poco por dentro. Empezamos bastante bien lijando toda la madera, pintándola y barnizándola. Los pequeños muebles de cocina parecían otros. Cambiamos también los asientos de goma espuma porque estaban tan hundidos que parecía que te estuvieras sentando en un banco de piedra y, por supuesto, había que cambiar el aseo: y ahí es donde tuve la gran idea. “Yo me encargo”, le dije a mi marido, y me encargué… pero bien.
Pensé que tematizarlo era una fantástica idea y se me ocurrió que podría ser una gran sorpresa para mi marido hacerlo con cosas sobre el cine porque es un amante el séptimo arte en todas sus variantes. Cambié el espejo del baño por uno que simulaba los típicos espejos de camerino de artistas, lleno de bombillas por los laterales y la parte superior. Pinté el pequeño mueble como habíamos hecho con los de la cocina y le añadí unas cenefas que parecían negativos de películas antiguas. Para la pared, justo detrás del inodoro, encargué unas letras de madera con bombillas (como esos letreros tan de moda ahora que ponen “love” o “home”) donde se leía “Hollywood”, y también una nueva tapa de WC que encargué en Tapa del Water para que me la personalizaran con un vinilo de imágenes de grandes artistas del cine clásico.
Todo aquello me parecía una fantástica idea, maravillosa, hasta que lo vi acabado y pensé: Pero qué he hecho…
¡Qué cosa más hortera! Estaba todo recargado, y más para un baño tan pequeño, las bombillas de camerino y las letras de detrás iluminaban tanto que pensé que aquel desgaste acabaría con las baterías de electricidad de la caravana en menos de una hora, era como entrar en el cielo iluminado por un par de focos de neón, y lo peor fue ver la cara de mi marido cuando abrió la puerta del baño porque le entró un ataque de risa y se puso a hacer fotos como loco, tal y como hizo cuando estuvimos viendo la obra de un artista abstracto cuyo cuadro le recordó a un «mojón». Él se niega a cambiar nada, dice que será una anécdota que perdurará para la posteridad, y yo, cada vez que entro, me da vomitera.
La estrenaremos este agosto, queremos hacer un recorrido por Asturias, así que ya veremos si acabo en ese aseo o pidiendo permiso a vecinos de campings y baños públicos para usar el inodoro…