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Rehabilitando un Toyota Celica

Cuando no tienes ni idea de motor y te empeñas en rehabilitar un coche antiguo tienes que tener bien claro que, compres lo que compres y dejando a un lado del tema del chasis, debe tener las tripas en perfecto estado o, en su defecto, debes estar totalmente dispuesto a gastarte el dinero para que un profesional  solucione los problemas intestinales que pudiera tener. Ahora bien, si todo eso lo tienes claro, reacondicionar un vehículo y hacerlo a tu gusto, no es tan complicado como puede parecer a primera vista.

Hace 5 meses que compré un Toyota Celica que, aunque a primera vista pueda parecer feo de cojones, en realidad tiene un no-sé-qué-qué-sé-yo que engancha. Es un modelo de serie deportiva que se empezó a fabricar en 1970 y, a pesar de su estilismo que bien recuerda al DeLorian de “Regreso al futuro”, está considerado como uno de los mejores automóviles fabricados por Toyota.

Ahora bien, comprar algo de segunda mano (sea un vehículo o no) tiene sus riesgos, así que eso de “bueno, bonito y barato” muchas veces no encaja con la realidad.

Como quería ese modelo específicamente, estuve visitando concesionarios de la provincia durante año y medio y, al final, no tuve más remedio que abrir más mirar horizontes y empezar a mirar por Internet. Di con el modelo de mis sueños en este concesionario de coches de segunda mano en Lugo así que cogí la maleta para un fin de semana y me fui para allá.

La carrocería estaba para desmontarla entera y volverla a hacer desde cero, pero supuestamente el motor estaba impecable. Yo de eso no tengo ni idea así que me arriesgué un huevo fiándome de lo que me decían y me traje el Celica para Alicante.

Fue bastante gracioso ver cómo todo el mundo se me quedaba mirando en la autovía. Imagino que lo hacían porque tendrían miedo a que se desmontara el coche entero por un golpe de aire. Yo también miraba hacia todos lados, pero por si aparecía la guardia civil o la policía y me decía que no podía circular con el vehículo en esas condiciones. Lo importante es que llegué a casa, sin incidentes milagrosamente.

Lo primero que hice fue llevarlo a este auto taller en Alicante con el fin de comprobar que el motor, tal y como me habían dicho, estaba en perfecto estado. Me hicieron una limpieza y una revisión completa, y conforme salía del taller un hombre, que estaba allí, me pidió que se lo vendiera. ¡Ja! con lo que me había costado encontrarlo…. Ni de coña.

Manos a la obra

Una vez en mi taller artesanal (el campo de mis padres) había que empezar la operación “chapa y pintura” y, os diré un secreto… ¿Habéis visto esos vídeos en los que quitan abolladuras del coche con un secador de pelo o agua hirviendo? Pues aunque no os lo creáis, funciona. Lo del secador no, lo del agua sí.

Me puse a hervir tanques de agua en la barbacoa, a lo bestia, y con la ayuda de la polea del viejo tractor del campo la lancé luego por encima del coche. Así hasta en tres ocasiones. Luego, con unos guantes térmicos, empecé a moldear. Obviamente no se quedó liso, ni por asomo, pero conseguí sacar hacia afuera los hundidos más importantes.

Luego empecé a rellenar: la masilla para vehículos con fibra de fidrio es tu mejor aliada en estos casos. Que si un poco por aquí, que si otro poco por allá, y al final el coche entero era un pegote de masilla extendida (pero al  menos estaba casi liso). Dejé que se secara (mínimo 48 horas) y con una lija eléctrica empecé dar pasadas por toda la carrocería.  Tuve que pasar varias veces porque había zonas con tanto relleno que no había manera de alisarlas del todo pero, al final, daba el pego (que era lo que pretendía).

Hay un vídeo en Internet en el que se ve a un hombre reconstruir el chasis de un vehículo con cartón, masilla y lo que yo creo que es pasta de papel. Pues bien, ni yo soy tan manitas ni es tan mala la idea porque, con un poco de creatividad y “gracia” en las manos, una buena masilla, y fibra de vidrio, os puedo asegurar que hice maravillas en ese chasis.

Luego llega la hora de la mano de pintura. Olvidad la idea de la brocha, que ya os imagino cual pintor de brocha gorda con mono blanco incluido, y comprad una pistola aerográfica. No es necesario que os dejéis un dineral porque las hay económicas que, para este trabajo en concreto, funcionan muy bien. No seáis tontos y tapad todo lo que no queráis que acabe con pintura encima: cristales, espejos, ruedas, faros, matrícula… todo, y luego alejaos entre metro y medio y dos metros. No os quedéis cortos con eso, si os acercáis demasiado dejaréis goterones de pintura y eso queda fatal. Luego, con suavidad, id repartiendo la pintura uniformemente y dejadlo secar. Mínimo, otras 48 horas.

Al retirar los papeles que hayáis podido poner para proteger las zonas que no se querían pintar tened cuidado porque, si la pintura no es muy buena, os podéis llevar un buen cacho detrás del papel.

Y ¡Voilà!… prueba conseguida.

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