Hoy traemos un artículo para todos los amantes de un arte de los más extendidos: la fotografía. Y es que tenemos la suerte de que desde este mes hasta el 4 de junio, en la sala de exposiciones Bárbara de Braganza, habrá una muestra de Lewis Baltz, la primera exposición que se realiza en España de la obra del fotógrafo norteamericano, así como la primera retrospectiva internacional de Lewis Baltz tras su fallecimiento en 2014. Yo llegué a él a través de un catálogo que compré en Liquistocks. No sé si conocéis esta compañía, pero se trata de una empresa que se dedica a comprar los stocks de empresas que han quebrado para ayudarlas a cerrar el negocio si va mal y luego los venden muchos más baratos a través de su web. Está genial. Yo me compré aquí un montón de libros de una librería donde el dueño se jubilaba y quería cerrar, y ahí encontré el catálogo de este genio de la fotografía.
Pues bien, a través de alrededor de 400 fotografías, la exposición presenta la obra de Lewis Baltz en su totalidad, desde sus primeras series en blanco y negro realizadas en los años sesenta y setenta hasta la obra en color y la exploración de nuevos lenguajes artísticos de los últimos años. La exposición se articula en torno a las series y trabajos más significativos de la obra de Lewis Baltz y sigue un orden cronológico interrumpido en determinados momentos con el objetivo de plantear un diálogo entre la primera y la última obra del fotógrafo
Recorrido por la exposición
La muestra comienza con The Prototype Works, (1967-1976), realizada aun durante sus años de estudiante en el San Francisco Art Institute y que refleja la dedicación del joven Baltz al arte contemporáneo estadounidense por sus semejanzas bien formales o de contenido con obras de Robert Mangold, Barnet Newmann o Donald Judd. Los prototipos contraponen dos campos. Por un lado, captan la arquitectura de California, cuyos elementos transmiten un sentimiento de abandono, de ocaso, una sensación de callejón sin salida, de melancolía. Otras obras como las imágenes de coches, la vista de la planta de la ciudad, los letreros y los neones, provocan un efecto llamativamente fresco y atractivo, como si Baltz trabajara con la dicotomía entre el mundo real y el mundo simbólico, entre la dura realidad y el mundo de los anhelos, como si los signos del mundo comercial rebotaran contra los muros mudos del mundo construido.
En Tract Houses (1969-1971) muestra en veinticinco fotografías una urbanización de casas unifamiliares en proceso de construcción junto a una autopista. Baltz estrecha el ángulo visual hasta mostrar casi exclusivamente fachadas, ventanas y puertas aún sin abrir. Baltz sigue explorando estas ideas en The New Industrial Parks Near Irvine, California (1974), serie que combina imágenes de edificios vistos de cerca con vistas del paisaje y de la ubicación de fábricas o naves industriales cúbicas. En Maryland (1976) muestra desde un punto de vista en ocasiones ligeramente elevado, una urbanización de casas unifamiliares.
En Nevada (1977), Baltz aporta la idea de que la especulación urbanística y la desertización se han convertido en la norma habitual. Al mismo tiempo, las fronteras entre el observador de la naturaleza y el habitante de un lugar quedan definitivamente borradas, ya que la concepción de paisaje cambia bruscamente al llevar implícita a partir de entonces la intervención humana. Este mismo concepto lo vemos en Park City (1978-1980). Después encontramos una nueva fase dentro de la primera etapa de Baltz. En ella el fotógrafo se interesa por mostrar el desorden, el caos y los desechos que deja esa agresiva intervención humana sobre la naturaleza. Así en Continuous Fire Polar Circle (1986) vemos enormes montones de basura producidos por la sociedad de consumo y Near Reno (1986-1987) alterna imágenes de un paisaje intervenido por el hombre con otras sobre la descomposición y de la destrucción activa que ello provoca. La serie San Quentin Point (1981-1983) muestra el vertedero que lleva este nombre en la bahía de San Francisco. Baltz se aproxima a este enclave caminando y, como si fuera un detective, fotografía primero el terreno desde fuera. Ya con la basura en el visor, baja la mirada, mira con precisión lo que sucede en el suelo. Esta fase se cierra con Candlestick Point (1987-1989).
Supone el fin de la primera etapa en la obra de Baltz. En 1989 se produce un giro radical, abandona la fotografía tal y como la había entendido hasta entonces, y se despide desilusionado de Estados Unidos para instalarse en Francia. A partir de entonces pierde interés por las imágenes de paisajes y se ocupa del paisaje de las imágenes: el desarraigado espacio postindustrial de la vigilancia, el espectáculo y la alienación. En esta nueva etapa Baltz elige la fotografía en color como el mejor instrumento para expresar estas nuevas inquietudes. Baltz muestra la ciudad como solar de aparcamiento o como carril de calzada, stop and go, al modo de un estridente laboratorio urbano. Las fotografías, algunas de hasta dos metros, son finas, planas y multicolores, como tableros de mandos, y las ciudades representadas dan la sensación de ser circuitos electrónicos abiertos, una maquinaria de deseo y poder accionada por el motor de la explotación neoliberal y, como tal, carente de perspectiva y de futuro.
En Power Trilogy, conformada por Ronde de Nuit, Docile Bodies y The Politics of Bacteria, sigue explorando el tema de la vigilancia, el control, la investigación. En la exposición se pueden contemplar las dos primeras. Cada una de ellas es un módulo, de entre dos y dos metros y medio de altura y doce metros de longitud, dividido en segmentos. Para la realización de estas obras Baltz trabaja casi siempre con imágenes de su propio archivo, selecciona, manipula y amplia las partes que le interesan hasta conseguir la pieza final, que funciona como un monumental mural. Es la culminación de lo que Baltz hizo una y otra vez en su obra temprana: la confluencia del plano de la fotografía y del plano del soporte con el plano de la pared, la coincidencia de imagen y mundo, de mundo e imagen.
Una faceta importante dentro de esta última etapa de Baltz es la de narrador como queda reflejado en The Deaths in Newport (1988-1995). Compuesta por una selección de fotografías y documentación de archivo procedente de periódicos, que se acompañan por la narración del propio artista, la pieza cuenta la historia de un crimen que conmocionó una pequeña población del sur de california en la década de los 50. Baltz recordaba la historia de su niñez y su propio padre había sido uno de los testigos principales.
Con esta misma intención narrativa, pero explorando el lenguaje del vídeo, Baltz realiza End to End (2000) por encargo de Lína di Confine per la Fotografia Contemporanea. En esta pieza el artista cuenta la historia política y económica de Emilia-Romaña tras la Segunda Guerra Mundial. La muestra termina con la última obra realizada por el artista: Venezia Marghera (2000/2013), un portfolio en el que tematizó la insoportable coexistencia de Marghera y Venecia.